6:37 PM Las contradicciones de una universidad | |
Tweet Debo comenzar diciendo que siempre me he sentido orgulloso de pertenecer
a la comunidad universitaria. Soy una consecuencia del sistema de educación
superior en Venezuela. Provengo de una familia clase media, toda mi vida
estudié en instituciones públicas, ingresé en la Universidad del Zulia y,
posteriormente, fui absorbido por ella. La universidad me ha dolido desde que era estudiante, formé parte del
movimiento estudiantil que en la década de los años 80 y 90 iniciamos una
discusión sobre la crisis de la democracia venezolana. Todo ello lo digo, en caso tal que lo afirmado en este artículo sea
tomado como la voz de un resentido. Creo que la universidad debe ser siempre
ella misma, pero nunca más de lo mismo. Lamentablemente mi universidad —y en
general la universidad venezolana— se ha convertido en más de lo mismo. Hemos pasado de ser respetados y encarnar el sentido de la ética, el
arte y el conocimiento a transformarnos en un paquidermo, lento y burocrático,
incapaz de reconocer su propia lentitud y menos aún su putrefacción. En nuestras universidades se han enquistado todos los males que acabaron
con el sistema político venezolano en la década de los 90: burocracia,
corrupción, complicidad, fatuidad, en fin se ha impuesto el mundo de la
ceguera, del silencio cómplice, de la verdad a medias. Todo ello subsiste con
quienes se encargan de investigar, de impartir y generar conocimiento, arte y
cultura, de investigar. Las paradojas de la universidad son muchas. Las autoridades se dicen
orgullosos de nosotros los investigadores del Programa de Promoción al
Investigador (PPI), pero no apoyan la investigación. Recortan sus recursos,
ponen obstáculos al financiamiento de proyectos y asistencia de eventos y, más
grave aún, juegan con los recursos económicos que por concepto de normas de
coeficiente variable nos asigna el Consejo Nacional de Universidades (CNU) a
través de la Opsu. Por allá en el año 2002-2003 denunciamos un conjunto de
investigadores adscritos a la Asociación de Investigadores de LUZ (Asoinveluz)
que las autoridades rectorales —Dr. Domingo Bracho y el Vicerector
Administrativo Leonardo Atencio (luego rector)— desviaron esos recursos para
financiar rublos distintos al determinado por la Opsu. El resultado de ello fue
que Asoinveluz, en la figura de su presidente, vicepresidente y secretario –
este servidor que les escribe- fue estigmatizado, amenazado por el "cuerpo
institucional”. Es que esa es la forma en que actúa "la democracia universitaria”,
esa misma que sale marchando con las autoridades a la cabeza llamando la
atención contra el peligro del autoritarismo de este Gobierno, "que no
respeta la libertad de pensamiento”, pero hacia lo interno de las universidades
—y LUZ no es la excepción- no se respeta el pensamiento disidente. Nuestros
líderes institucionales— rectores, decanos, directores, jefes de departamento-
hablan de democracia y tolerancia, pero no entienden que el sistema
universitario está estructurado en una red de poder basado en la complicidad,
en el compartir la mediocridad y sustituir la estatura académica por las
relaciones derivadas de los contratos o convenios políticos. Éso es lo que nos permite ver directores de escuela que no han escrito una línea, que no son investigadores, pero son burócratas de oficio. Se han pasado su vida ocupando puestos dentro de la estructura institucional, no dan clases y menos aún, investigan. Ésa es la universidad que dice defender la democracia, la tolerancia y la cultura. Nuestra Universidad, cuando algunos de sus miembros asumen la crítica,
plantea revisiones a esas relaciones de poder fosilizadas es firmemente
perseguido, bloqueadas todas sus solicitudes, olvidados y perdidos sus recaudos
burocráticos, pues la universidad no perdona la disidencia. Debemos
convertirnos todos en ciegos, sordos y mudos. Nuestro nuevo deber ser es voltear la cara ante el hecho que las autoridades no discuten políticas académicas, porque no están capacitadas para hacerlo, pues no investigan por estar dedicados a la política y si lo hacen, es producto de las cuotas de poder que influyen para que "otros” —personal docente, administrativo— investigue y publique en nombre de ellos. No puede haber defensa de la democracia cuando dentro de la institución no existe democracia. En nuestra universidad, por mucho tiempo, han existido ciudadanos de 1era. y de 2da. Si, los profesores — no todos— son ciudadanos de 1era, los estudiantes, obreros y empleados son de 2da., y eso es así pues en lo interno de la universidad no ejercen en plenitud sus derechos. Es la nueva Ley Orgánica de Educación (LOE) la que soluciona este desliz y, sin embargo, nos sorprendió ver estudiantes, obreros, empleados marchando contra ese aspecto de la ley, eso demuestra lo alienado que estamos y lo miopes que podemos llegar a ser. No podemos defender la democracia si no se ejerce internamente, la universidad debe ser ella misma, pero no más de lo mismo. Ojalá y reaccionemos aunque lo más seguro es que comience la persecución y los ataques. | |
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